Tenía muchas ganas de hablar de Hellblazer. Uno de los cómics más longevos del sello Vértigo, sello que, para los que no lo sepan, es una división de DC dirigida a un público adulto por género, contenido y forma de contar las historias (sexo, crimen, terror… you know…).
Hasta hace poco era el único que permanecía en Vértigo, pero
según tengo entendido, al llegar al número 300 (seguramente el tomo 10, el siguiente al que
nos ocupa en esta reseña) Hellblazer abandonará también el sello para pasarse a
la corriente mainstream de DC. Entonces Hellblazer pasará a llamarse
Constantine y no sabemos si su
personalidad e historias serán edulcoradas o mantendrán su tono característico.
Sería una putada que, por intentar vender más cómics, se traicionara la esencia
del personaje más cínico, carismático y fumador del noveno arte.
Hellblazer ha pasado por muchas manos desde su creación y no
todas buenas (no pude con los primeros números de la mano de Delano). Siempre
he oído/leído, sobre esta colección, que lo mejor es que se lean aquellos
números de los autores que te gustan. Y no va del todo mal el consejo, pero si
no te arriesgas con autores que no conoces, puedes perderte también buenas
obras.
¿A qué parece que soy todo un experto en Hellblazer? Pues
nada más lejos. Comencé a leerlo a finales del año pasado, y me enganché. Las
sagas de Ennis, Carey, Diggle y ahora la de Milligan, son de lo puto mejor que
he leído en cómic, y me queda mucho que descubrir aún.
Y todo este preámbulo para no haber dicho aún nada de la historia…
¿Quién es Constantine? Desde luego, NO es Keanu Reeves, (su físico está
inspirado en Sting). Constantine es un mago, o un exorcista, o un hechicero, o un
detective de lo oculto, llámalo como quieras. Ha visitado varias veces, literal
y metafóricamente, el infierno y ha luchado por su alma o la de otros.
Viste siempre una gabardina, camisa y corbata y difícilmente
se le verá sin un cigarro. No pierde el humor ni la ironía, ni aún cuando su
vida pende de un hilo y aquellos a los que quiere suelen acabar mal. Muertos. O
peor: en el infierno. Todo eso le hace cargar con un peso a sus espaldas del
que difícilmente puede librarse. Además, tiene fama de estafador por salir bien
parado con sus trucos y artimañas en los
encuentros que tiene con elementos sobrenaturales.
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