Aprovechando que Ben Stiller protagoniza y dirige la
película homónima (que ya tuvo una primera versión en 1947) Acantilado reedita La
vida secreta de Walter Mitty. Si antes tenía curiosidad por ver la
película –¡con un trailer de seis
minutos!– ahora aún más, pues mi interés se ha acrecentado al saber que el
relato en el que se basa el filme de casi dos horas tiene exactamente nueve
páginas. (No hago otra cosa que dar datos numéricos, ¡qué barbaridad!).
Seguro que muchos de nosotros, por no decir todos, soñamos
despiertos, sobre todo cuando estamos aburridos. Y eso es algo bueno y
beneficioso según dicen los psicólogos. Pero es más. Existe el denominado
“síndrome de Walter Mitty”, que consiste en pasar más de la mitad de la vida en
un mundo imaginario, fantaseando ser alguien que nos hubiera gustado ser y
vivir aventuras que nos gustaría que nos sucedieran para poder escapar de una
realidad rutinaria y “normal”. Y eso, la alarmante desproporción entre tiempo
soñando y tiempo viviendo “en real”, es lo grave.
Es eso precisamente lo que le sucede al protagonista de
nuestro relato. Aburrido y cansado de su vida por tener una esposa dominante,
imagina ser un piloto de guerra al mando de un bombardero en medio de una
tormenta; más tarde, al pasar por un hospital, será un cirujano de renombre;
luego un hombre juzgado, héroe sentenciado a morir fusilado… Y todo eso en el
transcurso de tiempo que va desde que acompaña a su mujer a la peluquería hasta
que la recoge. Cada vez que su rol cambia se debe al brusco descenso a la
realidad, ya sea por su mujer, por un dependiente o por un peatón…
Pero realmente, La vida secreta de Walter Mitty que
nos trae Acantilado debería titularse “La vida secreta de Walter Mitty y otros
24 relatos cortos de James Thurber” para evitar confusiones. Antes de leer el
libro yo estaba convencido de que las 159 páginas de este giraban en torno a
Mitty y que era una novela… Pero no. Hay otros cuantos relatos cortos, algunos
tan breves que constan solo de dos páginas, cosa que en algún caso se agradece.
Son todos ellos unos relatos suaves, en los que cuenta cosas
cotidianas, historias costumbristas en las que se pretende sacar el lado cómico,
aunque no siempre se consigue.
Destacable es el retrato que Thurber hace de Rex, un bull
terrier que tuvo en la adolescencia en, Instantánea
de un perro. Thurber tuvo especial predilección por los perros y en este
relato se nota. Recomiendo leerlo con tranquilidad y un pañuelo cerca.
Reseña completa en LYL
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