Vale. Ha llegado el día. Lo reconozco. No sé cocinar. Sólo
cocino (y decir que cocino es, creo, elevar mucho la categoría de mis
“creaciones”) en ocasiones muy especiales tales como cumpleaños, fiestas y
Navidad. En mi cumpleaños lo hago yo todo. Todo. Y todo son los entrantes
(tartaletas de mermelada de tomate y queso, rocas de chocolate –sí, son
entrantes, no postre—, pastel de atún, ensalada alemana, pimientos del piquillo
rellenos de atún, rollos de mejillones,…) y el postre. Me tiro toda la tarde en
la cocina y siempre sobra comida, no porque no esté buena, sino porque siempre
se acaba haciendo de más.
Para otras ocasiones siempre cotilleo webs de recetas
fáciles y me imprimo lo que me guste, aunque a veces lo de fácil es más
engañoso que un titular de noticias de yahoo.
Y es que, muchas veces, por no decir que en mi caso la
mayoría, lo más difícil no es el hecho en sí de cocinar sino el decidir qué
cocinar.
Reseña completa en LyL
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