Fuerza. La primera viñeta, una lámina con dos tonos bien
diferenciados, amarillo y ocre, bien podría ser un cuadro de Rothko. Fuerza. En
la segunda ya vemos un guerrero al fondo, con la silueta reconocible y
comparable al de las representaciones humanas en las ánforas griegas. Fuerza.
Cuerpo, piernas corriendo, una mano sujetando la lanza y la otra protegiendo el
rostro con un escudo, con el mencionado fondo rothkiano. Aquiles liderando su
tropa y un ejército cuadriculado, tiralineado y bien plantado frente a él. Fuerza,
fuerza y más fuerza visual, y muda, desde el principio en este titánico,
mastodóntico replanteo de la Iliada (que
se completa y redondea también con retazos de La Odisea), que entra por los ojos y de la que, no lo sabíamos,
pero queremos más y más de una historia que aunque es archiconocida y ha sido
versionada, contada por arriba y por abajo, del derecho y del revés… sigue
hipnotizando y volviendo a nosotros de vez en cuando (si es que alguna vez la
hemos abandonado) y de la que siempre se acaba descubriendo algo nuevo (no
tenía ni idea, por ejemplo, de que Aquiles, por orden de su madre, se disfrazó
de mujer en el harén de un tal Nicomedes para evitar que Ulises le reclutara).
Reseña completa en LyL.
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