«El juez Aurelio» no se mezcla con la vida. Es un hombre solitario al que apodan la Sombra. Nació en Ávila, hará unos sesenta años, va a misa cada domingo y le gustan las yemas de Santa Teresa y los pollos asados (estos últimos los come con el auténtico placer de quien sabe que no lo ve nadie, pues vive solo en una buhardilla alquilada y rehabilitada de ochenta metros, los viernes). Bebe tres riojas al mediodía, dos en la comida, tres o cuatro hacia las siete y dos ginebras antes de acostarse, pero todavía no llega a ser un alcohólico, o eso dice su psiquiatra, que le ha recomendado socializar y apuntarse a algún taller y por eso se ha inscrito en un grupo de senderismo de montaña con gente de su edad.
Reseña completa en Anika entre libros.
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