Un adiós especial (Joyce Farmer).
Astiberri, 2011.
Cartoné. 17 x 24 cm.
208 págs.
B/N.
20 €
Yo quiero más cómics así. Cómics como los de Jiro Taniguchi que te hablan de cosas cotidianas, de la vida diaria, de la convivencia con los animales, de las relaciones personales; cómics como Maus, que hablan de los campos de concentración nazis en donde estos son gatos y los judíos ratones; y cómics como este de Joyce Farmer.
Reconozco que el dibujo al principio me echó para atrás. No sé cómo definirlo. Como una mezcla entre Corben y Crumb, entre feísta y realista que no me acababa de convencer, pero al final decidí hacerme con el tomo y en seguida te haces al dibujo.
Aquí la autora nos cuenta los últimos años de vida de su padre Lars y su madrastra Rachel, y la forma en que intentó hacerles más fáciles los días. La cuesta abajo que ambos experimentan tanto física como mentalmente; la tristeza de la resignación a su situación -que siempre será mejor que la del día siguiente-; el acostumbrarse al dolor; la pérdida de memoria; la súplica de la compañía, de tener a alguien que te cuide, de ser de nuevo un niño dependiente de alguien, ... de no estar sólo; los recuerdos de una juventud que no volverá, o de el día anterior, en el que no tenía este achaque nuevo que tengo hoy y ya no me abandonará ...
Farmer no acude a la sensiblería fácil, no es un melodrama de los de Antena 3 un sábado por la tarde. Lo que cuenta es la realidad, sin adornos, cruda y descarnada. Deprimente como la vida misma.
Este es un cómic que debería leer todo el mundo. Y repito: es una lectura deprimente, depresiva, triste, pero necesaria. Si yo fuera ministro de Educación, lo impondría como lectura obligatoria. Seguro que así, los jóvenes tendrían más respeto a las personas mayores.
Recomendabilísimo.
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