Bueno, bueno, bueno. En su día me hice con los
derechos de reseña de la novela Una
comedia canalla sin saber nada ni de ella ni de su autor, el jovenzuelo
Iván Repila. Sí, llamadme loco. Pero tanto me gustó que acabé nombrándolo libro
del año y amplié mis derechos de reseña a la obra del autor. Y aquí estoy,
cumpliendo mi parte del trato después de que el bilbaíno haya hecho la suya.
El niño que robó el caballo de
Atila es, sin duda, la (soterrada) continuación lógica, esperada y
salvaje de las aventuras de Una comedia
canalla. John, Jim y Jack han logrado escapar a su paradisiaco Acapulco
soñado pero a Jack se lo ha cargado un vendedor ambulante de helados y ahora
los otros dos son sospechosos de violar a turistas extranjeras.
Ahora en serio, hombre. Me habría
gustado una continuación, pero ya caerá, ya. El niño que robó el caballo de
Atila es un cambio de rumbo total sobre su anterior novela. Por
extensión, 136 hojas, e incluso por el contenido, podríamos hablar de cuento
más que de novela, sin que ello suponga un demérito. También porque en algunos
momentos alguna sinapsis extraña en mi cerebro me trasladaba a la historia de
Hansel y Gretel de los hermanos Grimm, o tal vez no sea tan extraña esa
sinapsis…
Lo cierto es que esta novela se
nota más adulta, cruda e intimista a pesar de que los protagonistas son dos
niños. Dos niños, dos hermanos, el Grande y el Pequeño, en circunstancias
adversas a las que tratarán de sobrevivir.
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