Si mi trabajo consistiera en idear frases ingeniosas que
fueran impresas en las bandas promocionales de los libros (esas que algunos
libros llevan, que usamos como punto de lectura y que al acabarlo acaban en la
basura, al menos en mi caso) para este encargo no me lo pensaría mucho: “Te
revienta las entrañas”. Así de claro, así de impactante y así de sincero. Sin
exagerar nada. Emotivo es poco…
Y, sin embargo, qué difícil es hacer una reseña de este
libro en la que se pueda trasladar todo lo que he sentido al leerlo y todo lo
que el libro cuenta…
Habrá que empezar por algún sitio… (Sí, ya me he dado
cuenta, los tres párrafos acaban con puntos suspensivos, qué le vamos a hacer).
De siempre me han gustado las tramas de familia, las tramas
en las que se ven las trayectorias de sus miembros, de saber cómo han cambiado
de lo que eran a lo que son ahora, de sus recuerdos y nostalgias, tan comunes a
cada uno de nosotros y tan diferentes al mismo tiempo.
En Una madre, nos situamos en Barcelona, horas antes de la
cena de Nochevieja. Amalia, la madre –65 años– y prota, por fin ha podido reunir a toda la
familia y está nerviosa por ello. Por ello y porque intuye que será una noche
de acontecimientos, en la que lo único que le va a importar es estar con los
suyos con “su sangre” y, si es posible, intentará ayudar a todos y que se hable
de todo lo que se calla porque en esa familia “cuesta tanto decir las cosas”.
Como un invitado más nos sentaremos a la mesa cual
convidados de piedra para asistir a sus conversaciones y enterarnos de sus
heridas, sus secretos y sorpresas.
El retrato que Alejandro Palomas hace de la madre es
tragicómico. Por un lado se nos presenta como alguien con pocas luces que es
capaz de creerse timos de los que cualquiera pondría tierra por medio o como
una samaritana capaz de guardarle a un
joven del parque una “paquete de harina” o incluso como alguien que contrata
tres líneas de ADSL sin tener conexión a Internet. Pero por otro lado es de
todo menos tonta porque se da cuenta de todo. De todo. Es más. En ocasiones
parece que sea demasiado lista y el resto del tiempo se haga la tonta.
Y es que tras divorciarse de un hombre que fue mal marido,
mal padre y estafador Amalia se desató y
comenzó a vivir la vida como nunca antes. Esa será una de las lecciones de este
libro. Vivir sin miedo, porque no hay nada más triste que llegar a una edad y
no haber vivido lo que se ha podido vivir. Y esto que parece tan lógico y
obvio, muchas veces se nos olvida. Amalia se preocupa por sus hijos, sufre por
ellos y quiere que sean felices, especialmente Fer, el narrador de esta
historia, quien ha decidido esconderse de la vida. Pero todos, tanto sus hijos
(Fer, Silvia y Emma) como el tío Eduardo tienen sus cosas y es Amalia quien
carga con parte de ese peso.
Reseña completa aquí.
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