Recuerdo que una vez, de pequeño, en una de las frecuentes
veces en las que caía enfermo, llegué a tener tanta fiebre que me levanté de la
cama porque empecé a delirar y a ver algo… No me invento nada. Estuve un buen
rato dando vueltas alrededor de la cama porque me seguía una cosa verde pero
transparente. Era como el fantasma glotón de Cazafantasmas (y la película
llegaría unos años después. Sí, sé lo que estáis pensando: soy un visionario…),
pero sin cara ni brazos y solo hacía eso, seguirme. No volví a ver esa cosa
nunca más, pero para mí –y por lo visto, sólo para mí– fue una visión clara,
tan clara que todavía me acuerdo.
Pues bien, en el cómic que hoy nos ocupa un dibujante
japonés –el propio autor– tras un viaje
colectivo con otros dibujantes, decide quedarse en París para visitar los
museos antes de volver a Japón. Sin embargo, en la habitación del hotel, solo y
en tierra extranjera le acomete la fiebre y a esta se le unen unas pesadillas.
Al día siguiente, algo recuperado, decide dar un paseo y llega hasta el Louvre.
La reseña completa en LYL.
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