Arrastrar las uñas por una
pizarra, o mejor, por una pared echada a perder por el gotelé; morder el palo
sin querer cuando a mitad del polo, masticar un trozo de papel de plata, el
simple sonido del torno del dentista, las limas para las uñas, ver a un bebé
manoseando con sus rechonchos dedos una hoja de afeitar… ¿Da grima, verdad? Un
escalofrío recorre la espalda y llega hasta los hombros. A veces incluso llega
hasta el cuello. Pero pese a ese breve intervalo de tiempo de malestar, en
ocasiones te sorprendes regodeándote recordando, imaginando o recreando ese acto
insano para volver a sentir esa sensación. Porque eres así, y no lo puedes
evitar, como el escorpión de la desgastadísima fábula. Eres así, somos así, y
Alberto Hontoria lo sabe y te lo escupe a la cara sin ningún problema. Porque
si te tiene que contar algo, te lo va a contar te guste o no. Porque él también
es como es.
Reseña completa en LyL.
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