Tiene que ser muy jodido, mucho, que acabes perdiendo aquello con lo que te ganas la vida o aquello con lo que disfrutas, o ya ni eso: algo tan básico y vital para el día a día como es la vista. Pienso en Beethoven y su sordera o en Borges y su paulatina pérdida de visión hasta su ceguera definitiva, ya anunciada desde su nacimiento. Y en Goya y su sordera también, aunque no tenga nada que ver, pero pienso en él y eso no me lo quita nadie.
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