Nicolás es uno de los muchos parados que pululan por esta
España nuestra de corruptos y relaxing cups. Es un pringado, tal y como el
mismo se define. Le gusta el jazz, toca el clarinete y vive solo —si no
contamos con las visitas de un vecino de lo más cabrón, y oportuno. Un buen día
su ex, harta de ver cómo desperdicia su vida sin hacer nada ni sacarle provecho,
le regala un perro. “Te hará compañía y te dará algo que hacer. No puedes
pasarte el día en casa de brazos cruzados. Debes empezar a asumir responsabilidades”.
(Hay que ser muy puñetera para regalar algo así, sin consultar primero…)
Será a partir de entonces, debido a las andanzas en las que
el perro, Jas —no Jazz— meterá a nuestro
protagonista, cuando su vida cambie. Y es que un perro te cambia la vida, lo
quieras o no, aunque Nicolás intentará sacarle partido. Nada más salir a la
calle y tras algún que otro lío con un músico callejero asistiremos a unos
cuantos patéticos intentos de ligue, aprovechando la existencia del perrito.
Perros y clarinetes no es una historia de amor, que lo hay. Es
una crónica. Un relato costumbrista y un reflejo de la sociedad de nuestro
tiempo. Inseguridades y miedos con tintes cómicos en una historia relajada, que
es muy distinto que decir lenta.
Reseña completa, aquí.
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