Cuando hace tres o cuatro años (o más) me dio por leer algo
de Mankell buscando buena literatura negra no me equivoqué. No sabía que Asesinos sin rostro iba a ser el primero
de los muchos y buenos libros que devoraría del escritor. Me vicié con la serie
del detective Kurt Wallander y su colección (esa de Tusquets que lleva en el
lomo de cada libro una de las letras del apellido del policía —ver foto—), cayó
en un pispás. Después de eso en mis lecturas hubo otros títulos: El chino, El retorno del profesor de baile,… en los que Mankell no incluía a
su querido inspector Wallander, pero que eran igual de buenos, absorbentes y
entretenidos.
Y como la vida es eso que a algunos les gusta decir, “lo que
te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”, pasa lo que pasa y las
lecturas vienen y van y se cruzan y desplazan a lecturas programadas y
aplazadas, se amontonan en la pila física y mental que cada lector tiene… y terminas
aparcando a Mankell.
Por eso no he podido leer todavía El hombre inquieto. Pero, por una vez, estoy de suerte, ya que el
presente Huesos en el jardín se sitúa
cronológicamente después de Antes de que
hiele y antes de El hombre inquieto.
(Por cierto, no hay que olvidar que los libros pueden leerse con independencia
del orden y que este solo es importante si queremos observar la evolución del
personaje en sí mismo y de los que le rodean. Las tramas policíacas son autónomas,
cada libro un asesinato que resolver —o varios—).
¿Y qué tenemos aquí? Pues no es uno de los tochos, en el
buen sentido, a los que el sueco nos tiene acostumbrados. Como él mismo
explica, este libro lo escribió en 2003 para sus lectores holandeses. Cuando la
BBC se inspiró en él para incluirlo en la serie de Kenneth Branagh Mankell vio
la posibilidad de publicar de nuevo este libro que no había visto la luz en
ningún otro idioma.
Reseña completa aquí.
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