Todo aquel que haya perdido a un animal de compañía sabe lo jodidamente
mal que se pasa y lo mal que sientan frases como: “¿pero para tanto es? ¡Si
solo es un perro!”. (Con animal de compañía me refiero principalmente a perros
y gatos, que son los que más, valga la redundancia, compañía te pueden hacer –sin
tener en cuenta, por mucho que un periquito te acompañe con sus tuits, o que compartas
cama con una serpiente o te dejes lamer la cara por un tigre blanco o animes al
hámster a batir su record de velocidad y resistencia en su noria particular, la
ídem que estos te puedan proporcionar–). Pero no, no es lo mismo un cánido o un
felino que un pájaro, un pez, una tortuga…
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