El año pasado, durante el confinamiento, a muchos nos entró la extraña y repentina fiebre de la repostería. Nos dio por hacer bizcochos y, sobre todo, pan. Al igual que los rollos de papel higiénico, hubo alguna ocasión en la que la levadura se agotó en los supermercados. No exagero, a mí me pasó. Sí, yo también hice bizcochos. Y pan. Y pastas, y rosquillas. Y ya. Hasta ahí.
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