Ahí está. El segundo por la izquierda es Obama, flamante Premio Nobel de la Paz. ¿Méritos? Ninguno. Es más, al contrario. En un país hipócrita autodenominado "de las oportunidades", autoconsiderado protector de los derechos humanos, y en el que hasta el asesino más sanguinario tiene (o eso dicen) derecho a un juicio justo, su presidente, -Nobel de la Paz, repito-, asiste en directo a la operación que acabó con la vida de Bin Laden.
Que yo me alegro, por otro lado, pero que está claro que las leyes y los derechos humanos se los pasan por el forro cuando les conviene. Y sino, ahí está Guantánamo.
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