Ayer acabé de ver la primera temporada de Mad Men. Ya sé que voy con algo (y algo es un eufemismo) de retraso, pero en su día comencé a ver el primer episodio, y no me acabó de convencer. Creo que ni llegué a terminarlo y lo dejé a la mitad porque me aburría.
Le he dado otra oportunidad porque casi todo lo que se oye de ella es bueno, y si lleva ya cinco temporadas (y acaban de firmar por una sexta), puede ser que sea cierto.
Le he dado otra oportunidad porque casi todo lo que se oye de ella es bueno, y si lleva ya cinco temporadas (y acaban de firmar por una sexta), puede ser que sea cierto.
¿De qué va Mad Men? En realidad, de nada. Pasa un poco como con Los Soprano. Con el primer episodio te quedas pensando… bueno, ¿y qué? No te engancha porque no cuenta gran cosa. Por eso, si no fuera por los parabienes que dedican a la serie, habría vuelto a dejarla ahí. El segundo episodio tampoco es gran cosa. Con el tercero ya mejora, ya estás medio enganchado al culebrón. Por que en el fondo, toda serie es un culebrón, y esto es una verdad verdadera. Y ya con el cuarto estás enganchado.
No, en serio, ¿de qué va?
Pues Mad Men (que es la abreviatura de Madison Men, nombre que se dieron a ellos mismos los publicistas de la Avenida Madison), es un retrato del estilo de vida americano de los años 50. La ambientación, el vestuario y todos los detalles están cuidados al máximo.
Mad Men es el reflejo de una sociedad machista, clasista y racista. La mujer casada ha de estar en casa, criando a los hijos, sirviendo al marido y cocinando para él. La mujer divorciada era señalada, principalmente, por otras mujeres. La mayoría de los personajes masculinos (casi todos casados) tienen una amante, pero si su mujer deja entrar en casa a un vendedor de aire acondicionado se monta un pollo. Los negros son ascensoristas, camareros y limpiabotas. Raro es el fotograma en el que no aparece un cigarro o un vaso de güisqui o ambos. Curioso ver cómo incluso en los hospitales los médicos fumaban. Hasta uno de los personajes, una embarazada, fuma y bebe con normalidad, y, en uno de los episodios, otro, tan borracho que confunde su coche tras asistir a una cena mientras el anfitrión le observa desde el umbral de la puerta y le orienta: “Ese es mi coche. El tuyo es el de atrás”.
Así era la vida antes de la campaña de Stevie Wonder.
Por lo demás la serie se centra en el día a día de una agencia de publicidad. Al principio parece que Peggy, la secretaria novata, va a ser la que desde su ignorancia de chica de pueblo nos sirva de guía e hilo conductor para conocer los entresijos de la empresa, pero poco a poco nos damos cuenta de que si bien nos centramos más en la figura de Donald Draper, la serie es eminentemente coral.
Conforme se suceden los episodios somos testigos también de la realidad histórica del momento: Kennedy, Nixon,... y de cómo los Mad Men han de sacar lo mejor de sí mismo para anunciar marcas conocidas por todos nosotros.
Conforme se suceden los episodios somos testigos también de la realidad histórica del momento: Kennedy, Nixon,... y de cómo los Mad Men han de sacar lo mejor de sí mismo para anunciar marcas conocidas por todos nosotros.
Capítulos de unos 45 minutos que se visionan con rapidez y temporadas de 13 episodios con un interés en aumento han conseguido que (por fin) me haya aficionado a Mad Men.
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