«Esto es lo que los vampiros no deberían ser: pálidos detectives que beben bloody marys y sólo trabajan de noche; caballeros sureños desesperados de amor; adolescentes anoréxicas; chicos juguete con grandes ojos de cordero degollado.
¿Cómo deberían ser? Asesinos, cariño. Asesinos fríos como la piedra que nunca tienen suficiente de ese sabroso Tipo A positivo. Cazadores. En otras palabras, America de Medianoche. Rojo, blanco y azul, con acento en el rojo. Esos vampiros han quedado secuestrados por un montón de romance de baja estofa»
Semejante afirmación, que me llena de alegría por ser tremendamente cierta, la hizo Stephen King en el prólogo del cómic, que él mismo coescribe, American Vampire. (Cómic que verá la luz en España en noviembre y que sin duda caerá en mis manos).
La historia trata de un vaquero o cowboy llamado Skinner Sweet que, a diferencia de los vampiros tradicionales que necesitan la noche para transformarse, actúa a plena luz del día y en el lejano oeste de Estados Unidos.
Ese argumento enlaza con una segunda historia que es protagonizada por una joven, Pearl Jones, actriz que desea llegar a Hollywood, sufre un accidente y “renace” vampira. Las dos anécdotas se cruzan y son las guías para una original historia de los Estados Unidos.
Y aunque últimamente (y no tan últimamente) King la caga, y bien gorda, en los finales de sus libros, tengo ganas de saber qué hará con esta historia de vampiros. Recordemos que King ya escribió en su día El misterio de Salem’s Lot, libro de vampiros que contiene de una de las escenas más terroríficas que recuerde.
Ya falta menos...
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