Título: El chino
Autor: Henning Mankell
Editorial: Tusquets
Año publicación: 2008
Si los comienzos de Mankell siempre son espectaculares, esta vez se ha superado a si mismo. Iniciar un libro en un frío día de invierno, dando cuenta del recorrido que hace un lobo que lleva varios días sin comer hasta encontrar un cuerpo en la nieve... es algo que, a la fuerza, engancha.
Si líneas más tarde descubrimos que ése es tan solo uno de los cuerpos de una pequeña localidad de diecinueve habitantes, y que todos ellos han sido asesinados, el libro ya no engancha, sino que te deja picueto, picueto.
Mankell suele usar al menos dos puntos de vista en sus libros de género policíaco, cuando no más.
En ésta ocasión por un lado acompañaremos a Birgitta Rosslin, jueza, a quien los asesinatos tocan de cerca al ser dos de sus víctimas los padres adoptivos de su madre.
Por otra parte, tenemos a Ya Ru, un poderoso chino que ha medrado usando métodos no muy limpios, dueño de empresas repartidas por el mundo, obsesionado con China, con la familia, con el honor de sus antepasados y con unos enfermizos deseos de venganza.
Completan el cuadro los diarios de los respectivos antepasados de Birgitta y de Ya Ru, que ayudarán a esclarecer algo los sucesos.
Hasta ahí puedo contar (tarjetita por ahí).
Como siempre, Mankell elabora con mimo y detalle los personajes hasta hacerlos de carne y hueso, más alla de la planicie de la hoja de papel. Conocemos sus miedos, sus dudas, metas, recuerdos y problemas (la rutina en el matrimonio de Birgitta, el paso de los años, oportunidades perdidas, añoranza de ideales de juventud,...). Mankell modela personajes con los que te quedas al cerrar el libro, y días después te sorprendes preguntándote: "¿qué estará haciendo ahora Briggita?, ¿estará navegando con su familia?".
Sé que lo principal en estos libros es la trama, pero los personajes ayudan a que ésta resulte creíble.
Sobre el argumento diré que el autor sabe mover los hilos con soltura, como acostumbra y avanzar el misterio con la dosis necesaria.
La única pega que le pondría sería el exceso de política en la parte china del libro. Se me hizo en algún momento un poco cargante. Pero vaya, al margen de eso, Mankell sigue sin defraudar.
Por último un pequeño detalle que me encantó: que se cerrara el círculo de igual forma que se inició: con el lobo.
PD: Aún pienso en Kurt Wallander (y eso que hace mucho desde que leí La Pirámide). ¿Cuando sabremos más de él? De momento tendré que conformarme con seguir a su hija en el próximo Mankell de la lista para un futuro cercano: Antes de que hiele.
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