El año pasado tuve la enorme suerte de descubrir, con
tardanza, es verdad, a un autor al que ya no voy a poder dejar de seguir y
admirar, al menos en el terreno de la novela negra.
Su trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, (tres
tochazos, por cierto, como tres bibliacas) los fui ventilando uno tras otro sin
descanso. Memento mori, el primero, la sorpresa, bautismo y comunión. Dies
irae, la confirmación y Consummatum est, la comunión y matrimonio del lector (en
particular de este que escribe) con el autor.
Esa fue la progresión sacramental, o vía crucis, de la
religión que Gellida instauró con los amantes del género. Desde entonces miles
de fieles son (somos) los que esperaban
una segunda venida…
Y no sé qué motivo, al enterarme por twitter hace meses de
la salida de Sarna con gusto, me llevó a pensar que iba a ser un libro
distinto. Más finito y que contaría algún caso de Ramiro Sancho anterior a
aquel por el que se dio a conocer. Una lectura independiente. Ojo, que me
hubiera dado igual que así hubiera sido, que reencontrarte con Ramiro Sancho y
sus refranes cínicos y agridulces ya es suficiente motivo de alegría, pero
habría sido como hacer un kit kat en un momento en el que lo que apetecía era
más caña, más madera.
Reseña completa en LyL
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