¡Uy, uy, uy! –me frotaba las
manos y repetía– ¡uy, uy, uy! ¿Pero qué ven mis ojos? Pero si sale al mercado
la versión perdida de Drácula. ¡La
versión perdida de Drácula! ¡¡Drácula!!
El libro por excelencia de vampiros, uno de los pocos que he leído más de una, de
dos y de tres veces, el libro que sentó las bases del género, que me deslumbró
en mi juventud por esa manera de narrar a base de diarios, cartas y extractos
de prensa, el libro en el que aunque el malvado no aparezca durante gran parte
del relato se le siente y se le teme porque es todo un machote vampiro, todo un señor vampiro, la novela de un vampiro
hecho a sí mismo y no como esos gusyluces imberbes… Una obra maestra de la
literatura, vamos, y un clásico con todas las de la ley. Estaba claro. Tenía
que leerlo. Y lo he hecho.
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