Hace bastante tiempo
ya que leí los microrrelatos de Iwasaki y recuerdo que, conociendo como conozco
el asunto de los micros, me sorprendieron mucho y para bien porque no esperaba
encontrar tanta historia, tanto mundo, tanto miedo y tanta sorpresa en unos
textos que tenían de media unas diez líneas. En el casi centenar de ellos (no
sé exactamente cuántos micros eran, pero serían unos noventa) se incrustaba
como si nada, con una facilidad envidiable y magistral, –como cuando cruzas una
frontera entre países, esa línea política que solo aparece en el mapa, ahora
estoy en Francia, ahora en España…–, lo macabro, lo fantasmal, lo tétrico… con
la cotidianidad y las actividades más mundanas para conformar un episodio
pesadillesco tras otro, como los que se dan muchas veces en la realidad.
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