Me encantaría que llegara el día en el que el
iluminado de turno del departamento de publicidad de alguna marca puntera del
sector de la automoción, tras un arduo brainstorming,
decidiera llevar a cabo un coche bautizado como “monolito”. Un rectángulo
negro. Un puro bloque rectangular, sin curva alguna. Una mole impresionante,
como una enorme pieza de lego sin salientes ni entrantes. Que no se
distinguieran ni las juntas de las puertas. Y que, haciendo un guiño a la
película de Kubrick, tuviera como dimensiones las famosas proporciones 1-4-9,
(los cuadrados de los tres primeros números naturales). Cosas peores se han
visto y hecho, desde luego, pero si ese día llegara, sería el acabose. Sería
como poner a Homer Simpson a los mandos de una central nuclear, o a diseñar un
coche llamado The Homer…
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