"EL CINE ES SÓLO UN MONTÓN DE BUTACAS QUE HAY QUE LLENAR" (A. Hitchcock)
Aunque en la portada figuren un Zeus cabreado a punto de lanzar uno de sus rayos y más abajo la cara de un simpático ¿Sócrates? al que se le ha ocurrido algo brillante, no hay que caer en el error. No estamos ante un cómic de humor. Ni siquiera es un cómic al uso.
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Emilio es un anciano. Toda su vida ha vivido en el campo, en un pequeño pueblo de Teruel. Como sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos y todos sus ancestros. Ahora es el último habitante, un perfecto representante de lo que se ha dado en llamar la España vacía.
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Corría mayo del 2018 cuando el que escribe estas líneas reseñaba para otro blog ¡Universo! Seis años han pasado desde que su autor, Albert Monteys, exdirector de la satírica El Jueves pariera ese tomo que en origen se desarrolló durante tres años para una plataforma digital y por cuya publicación en papel y formato apaisado Astiberri apostó seriamente consiguiendo como recompensa una nominación a los Eisner.
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Conocí a Jack Ketchum un frío día de invierno con La chica de al lado. Un relato sórdido y cruel sobre la maldad humana. Sobre la maldad porque sí, sin motivo ni causa. La peor clase de maldad. Después me enteré de que no todo lo que escribía Ketchum salía de su imaginación y que el citado libro se basaba en hechos reales, lo que confirmaba mi creencia de que la gente es lo puto peor.
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Ser Batman no es fácil. Y mucho menos divertido. Es complicado de cojones. Sé de lo que hablo, pero no me tiréis de la lengua. Es un sinvivir, un estar siempre alerta, un no disfrutar de la vida («No pude casarme con Selina. Soy incapaz de permitirme ese nivel de distracción»). ¿De qué te vale estar podrido de dinero si no lo puedes usar más que en gadgets para perseguir la maldad de tu ciudad?
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Creo que no he leído otra cosa de Claudio Stassi que no sean adaptaciones. Adaptaciones que llegaron y sustituyeron un vacío que de no ser por él, no hubieran llenado los originales a los que nunca habría acabado acudiendo. Nunca hubiera leído La Ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza tras haberme decepcionado enormemente Sin noticias de Gurb. (Sí, sí, sí, sí, ya sé que me vais a decir que no son comparables y tal pero, ¿qué voy a deciros? No me llamó la novela y sí el cómic). Tampoco hubiera sacado tiempo para Nada, de Carmen Laforet, y eso que me compré el libro, pero la versión de Stassi me libró de esa asignatura pendiente.
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