26 septiembre 2014

El expreso de Tokio


Creo que este es el primer libro policíaco japonés que he leído en mi vida, y no por ninguna razón especial. Es algo que me dio que pensar e investigar un poco. Así que, ni corto no perezoso, cuando la rubia de ojos misteriosos y piernas largas, tan largas que llevaban al mismísimo suelo, me contrató cogí la gabardina y el sombrero y bajé al bar de Mike a tomar un copazo y a encender un cigarro. Después de unos cuantos tragos volví al piso (llamarlo hogar sería pretencioso cuando solo hay una cama y una botella de güisqui para hacerme compañía) haciendo eses, pero con la satisfacción de haberle sacado al camarero la información que buscaba. A saber: aunque este género es muy popular en Japón, apenas se ha traducido en España y otros países hispanohablantes. Afortunadamente, gracias al tirón de Murakami, las editoriales están poniendo remedio y se están lanzando a traducir más noir nipón.
(Fin de la investigación y 200 pavos bien ganados).

Pesquisas aparte, si obviamos los nombres (Mihara, Toki, Yasuda, Tomiko, Sayama,…) lo que más me ha llamado la atención de El expreso de Tokio ha sido la ausencia de alcohol por contraste con el policíaco yanki. Hace poco leí El asesinato como diversión, de Fredric Brown, (muy recomendable, por cierto), y en él el protagonista forzosamente debía de averiguar la identidad de un asesino. Era raro el momento del día, ya fuera en su casa o en el bar, en el que no estuviera bebiendo. Incluso una de las frases que soltaba y que se me quedo grabada venía a decir más o menos: “…no sé qué hacer. Voy a beber algo…”
En cambio aquí, el subinspector Mihara tomará cafés y se pondrá muy contento (mente limpia, eh) al hacerlo.

Pero bueno, esto no son más que hechos “circunstanciales” y El expreso de Tokio se configura como un grandísimo ejercicio de precisión, es una auténtica maquinaria de reloj suizo. ¿Y por qué lo digo? En seguida lo explico.

Los cadáveres de un funcionario, de un ministerio sobre el que se está llevando a cabo una investigación por corrupción, y de una camarera aparecen en la playa una mañana. Dada la postura y proximidad de los cuerpos en el acto se da por hecho que son amantes que se han suicidado juntos. Sin embargo, al veterano policía Torigai algo le chirría y decide que no está todo tan claro. Sus sospechas serán el inicio de algo que tendrá que completar el subinspector Mihara.

Reseña completa en...lyl








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