28 julio 2024

Devil got my woman

 

Lo reconozco: una portada así, con una chica en actitud sexy a lo Marilyn luchando contra el viento, con zapatos con taconazos y al fondo, enmarcado entre sus piernas, un maromo sentado en el interior de algo que parece ser un clásico, sujetando una pistola por fuera de la ventanilla y todo esto acompañado de un relleno de puntillismo haciendo del dibujo en ocres y rojos una declaración de intenciones tan pop-art me venció y me convenció nada más verla. No hay sinopsis ni por delante ni por detrás, pero me bastó ojear algunas páginas y leer de pasada Furia noir antes del título para que la lectura sumara puntos. Y, por último,  el formato minibolsilibro jugaba a su favor, ya que, si la lectura era mala, tampoco habría perdido mucho tiempo (me gusta perder el tiempo a lo tonto, pero decidiéndolo yo) y si era buena, pues como dice el dicho, lo bueno si breve…

¿Qué nos ofrece este «Devil got my woman», de la editorial Proyecto Estefanía, de cuya existencia me enteré con alegría orgásmica hace un par de semanas? Pues como no tengo memoria literaria voy a recurrir a la cinematográfica y diré que es una mezcla entre una peli de Tarantino y Memento de Nolan. De esta última es de la que más tiene, al menos en su estructura, ya que la historia que se nos cuenta va encadenando a los protagonistas del final hacia adelante en capítulos con sus nombres y narrados bajo el respectivo punto de vista de ellos. Algo, que aunque ya se haya visto, no deja de ser original y refrescante.

«No hay plazo que no cumpla, ni deuda que no se pague»

De Tarantino tiene la violencia,  los diálogos y expresiones y cierto poso y estética noir.

Los personajes de «Devil got my woman» buscan huir del desierto en el que están condenados a vivir y, tal vez, morir. Una persecución para ajustar cuentas y un desierto que volvió a sus habitantes locos, un desierto maldito, en el que los perros devoran a los incautos. La novelita trata de un tesoro maldito por un diablo que camina por algún lugar y de un diamante. De la esperanza de salir de una vez del pozo de mierda que es ese desierto, de lo que la gente sería capaz de hacer para ello, y de los que han renunciado a ese sueño y aceptado su destino. Es difícil concretar más de la trama sin chafar la experiencia y hacer destripes innecesarios.

Camila Gaibur (Amalas) ha escrito en 93 pequeñas páginas una pequeña joyita que hará las delicias del aficionado al género, que se lee en un suspiro, con un ritmo salvajemente crepuscular, y que deja la cara sudorosa perdida de la pegajosa arena del desierto, con algo de sangre también y, si tienes suerte, con un diamante dentro de un condón.

«Todo lo que está maldito tiene la necesidad de ser hermoso».

Más libros como estos y más Proyectos Estefanía, por favor.

 

 


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