31 julio 2014

Se traspasa


¡Ay, el verano! Y las jovencitas. Las jovencitas y el verano. Y entre las jovencitas, Cloe. Cloe, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Clo-e: la punta de la lengua emprende un viaje de dos pasos desde el borde del paladar para apoyarse… Va, venga, va. Que esto no es Lolita aunque pueda parecerlo. Esto es Se traspasa y va de un tío que tiene poderes pero no es un superhéroe. Es un tío que sabe lo que quiere la gente, pero no porque les lea las mentes, sino porque de pequeño, conoció a una anciana vendedora de tabaco que le reveló lo importante que era fijarse en los detalles para así, algún día, poder convertirse en Sherlock Holmes y hacer flipar a la gente mientras se quita importancia.
Sin embargo, por azares de la vida, en lugar de ingresar en la academia de policía o de detectives famosos que fuman en pipa, monta junto a su mujer una tienda de ropa que, gracias a su habilidad, se convierte en un éxito.

Pedro, que así se llama nuestro intrépido dependiente con un don, ha caído en la rutina de la vida conyugal. Con hijo y una mujer con dolores de huesos con la que hace tiempo que no mantiene relación carnal, pero sí que mantiene escasas conversaciones insulsas y absorbidas por la televisión Pedro se siente vacío y añora los tiempos en los que la pasión ocupaba bastante más tiempo en sus vidas.
Y así pasa la vida, yendo día tras día de casa al curro y de curro a casa, hasta que un buen día se presenta en la tienda Cloe, una jovencita de unos 17 años. La edad justa para dar morbo al asunto…
Desde entonces, Pedro sabrá lo que es la kryptonita. Su cabeza no dejará de pensar en ella, en su cuerpo, su olor, su voz, sus gestos y maneras, sus ojos…y se obsesionará tanto con ella que perderá su capacidad para recomendar a los clientes lo que más les conviene.

Reseña completa... aquí.



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