A estas alturas de la película hacer algo medianamente original, distinto o,
ya simplemente decente con un género que últimamente ha sido tan trillado,
humillado y maltratado como el de los vampiros no es tarea fácil, aunque lo
parezca. Al menos no sin pervertir tanto la esencia del mito como para
cargárselo y no dejar de él más que cuatro notas típicas que sirvan al lector
para poder diferenciarlo de un vulgar hombre lobo cualquiera. Es triste que
mucha gente, sobre todo las últimas hornadas de gente, asocie a un icono del
terror, tanto literario como cinematográfico, una saga, también literaria y
fílmica, cuyo nombre se corresponde con el intervalo de tiempo antes de la
salida o después de la puesta del Sol durante el cual el cielo permanece
iluminado. Triste, pero cierto.
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