Me encanta
descubrir puñeteras joyazas de libros cuando menos me lo espero. Aún teniendo
una pila considerable de pendientes, es inevitable que los ojos vayan a una
portada tan minimalista pero a la vez lo suficientemente poderosa y contundente
como para hacerte estirar el brazo y leer de qué va el libro en cuestión. Y
saber, muy poco después, que hay que leer ese libro, porque, y esto es literal,
estamos ante una pequeña (145 páginas) gran novela negra.
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