Morir no es lo peor que le puede pasar a una persona. En
ocasiones, por duro que sea, es lo mejor. Si no hay vuelta atrás, si se sufre
un infierno de dolor, morir es una liberación. Y muchas veces, sino siempre, lo
pasan peor los que se quedan cuando esa persona se va. Son ellos los que van a
continuar sufriendo, de otra forma, pero sufriendo en definitiva.
Aunque peor aún es morir más de una vez. Y no hablo de
vampiros precisamente. Dice Ramón Gener:
“Mi padre murió dos
veces. La primera, una mañana soleada en la que el Alzheimer nubló su mente y
me olvidó. La segunda, tres días antes de Navidad, cuando, convertido en el
Bolero de Ravel, dejó de respirar”.
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