29 abril 2017

Orfancia





De pequeño comía de todo. Si algo no me gustaba me obligaban a quedarme en la mesa hasta que no quedara nada y, si tiempo después, el plato seguía ahí, la comida se convertía en la cena. Y así siempre que hubiera algo que no me gustaba y me resistía a dejar que penetrara en mi interior. Afortunadamente, eso ocurría pocas veces porque, como digo, comía de todo y, lo que en un principio “se me hacía bola” (recuerdo lo mucho que odié las espinacas), acababa por comerlo. 

Reseña completa en LyL

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