Ya tenemos de vuelta a la payasa sociópata más sexy del
panorama comiquero. Si en el tomo anterior, Entre
besos, tiros y puñales, acabábamos con la idea de Harley de formar una
banda, aquí ya está montada, con unos cimientos frescos y débiles, dispuestos a
combatir el crimen de la ciudad por un módico (o no tan módico) precio y con el
visto bueno, previo chantaje (“si es que hay que poner etiquetas a todo”), del
alcalde.
Reseña completa en LyL.
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