Todos sabemos que King escribe como los ángeles. Puede que
en las narraciones largas suela cagarla en los finales. Sí, es un hecho
innegable. Lo ha venido haciendo de un tiempo a esta parte y es un miedo que
hemos cogido aquellos a los que nos gusta leerle. Pero el desarrollo y la forma
que tiene de contar la historia es magistral, poderosa, envolvente y
engatusadora. Ya puede meter en medio de la trama cómo se fabrica la
mantequilla de cacahuete en una vieja factoría de Maine o cómo al protagonista
le hacen una mamada mientras conduce su gastada furgoneta. Da igual. Te lo mete
tan sin darte cuenta, porque sabe cómo hacerlo, que tú, encantado, devoras
todo, lo disfrutas, estás a su merced y ni siquiera recuerdas a santo de qué
venía esa historia del cacahuete.
Reseña completa en LyL.
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