Sinopsis:
"«Victor, mala suerte, ¿qué haces fuera?» A los parisinos les divierte. Desde hace cuatro meses esta frase acompaña los círculos azules que surgen durante la noche trazados con tiza en las aceras de la ciudad, y en el centro de los círculos, prisioneros, un desecho, un residuo, un objeto perdido: un trombón, una bombilla, una pinza de depilar, un yogur, una pata de paloma... El fenómeno hace las delicias de los periodistas y de algunos psiquiatras que elaboran diferentes teorías. Sin embargo, al comisario Adamsberg no le hace ninguna gracia. Los círculos y su heteróclito contenido «rezuman» crueldad. Él lo sabe, lo siente: pronto ese hecho anodino y estrafalario se convertirá en una tragedia".
Es esta la primera incursión en Fred Vargas, y voto a bríos, que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a leer algo de la autora.
Si bien el argumento impreso en la contraportada es de los que enganchan, el desarrollo se hace largo, lento, y, en ocasiones, al abandonar su lectura, da hasta pereza retomarla.
Y todo esto se debe a que a mitad del libro, nos vemos envueltos en una especie de paréntesis en el que no pasa nada y a que los personajes son a cual más raro. Una mujer que se dedica a seguir a personas para sorprenderse con lo que hacen y que divide la semana en trozos; otra mujer que se pasa el día seleccionando anuncios de contactos; Adamsberg, el comisario, quien, literalmente, no sabe pensar ni reflexionar y sólo se vale de un instinto premonitorio… Son personajes que, salvando por los pelos a Adamsberg, no encajan en lo que se espera en una novela policíaca. En este género deben verse personajes atormentados, que guarden secretos, que sean reales y, sobretodo, que se alejen de la orgía de personajes estrambóticos que deambulan, por ejemplo, en la película Amelie.
Hay que decir a favor de este El hombre de los círculos azules, que el último tercio mejora, pero que, no obstante, la resolución se hace muy atropelladamente, como si Vargas se hubiera comprometido a entregar una novela de 250 páginas y al llegar a la 240 le entraran las prisas por cerrar la trama y atar todos los cabos.
Lectura prescindible.
"«Victor, mala suerte, ¿qué haces fuera?» A los parisinos les divierte. Desde hace cuatro meses esta frase acompaña los círculos azules que surgen durante la noche trazados con tiza en las aceras de la ciudad, y en el centro de los círculos, prisioneros, un desecho, un residuo, un objeto perdido: un trombón, una bombilla, una pinza de depilar, un yogur, una pata de paloma... El fenómeno hace las delicias de los periodistas y de algunos psiquiatras que elaboran diferentes teorías. Sin embargo, al comisario Adamsberg no le hace ninguna gracia. Los círculos y su heteróclito contenido «rezuman» crueldad. Él lo sabe, lo siente: pronto ese hecho anodino y estrafalario se convertirá en una tragedia".
Es esta la primera incursión en Fred Vargas, y voto a bríos, que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a leer algo de la autora.
Si bien el argumento impreso en la contraportada es de los que enganchan, el desarrollo se hace largo, lento, y, en ocasiones, al abandonar su lectura, da hasta pereza retomarla.
Y todo esto se debe a que a mitad del libro, nos vemos envueltos en una especie de paréntesis en el que no pasa nada y a que los personajes son a cual más raro. Una mujer que se dedica a seguir a personas para sorprenderse con lo que hacen y que divide la semana en trozos; otra mujer que se pasa el día seleccionando anuncios de contactos; Adamsberg, el comisario, quien, literalmente, no sabe pensar ni reflexionar y sólo se vale de un instinto premonitorio… Son personajes que, salvando por los pelos a Adamsberg, no encajan en lo que se espera en una novela policíaca. En este género deben verse personajes atormentados, que guarden secretos, que sean reales y, sobretodo, que se alejen de la orgía de personajes estrambóticos que deambulan, por ejemplo, en la película Amelie.
Hay que decir a favor de este El hombre de los círculos azules, que el último tercio mejora, pero que, no obstante, la resolución se hace muy atropelladamente, como si Vargas se hubiera comprometido a entregar una novela de 250 páginas y al llegar a la 240 le entraran las prisas por cerrar la trama y atar todos los cabos.
Lectura prescindible.
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